Por suerte aún conservo la calma,
mi cerebro sigue ganando la batalla entre copa y copa.
Nos vamos volviendo todos íntimos, y las caras se empiezan a esfumar.
No importa ya quienes somos por fuera, no importa quienes mostramos ser.
Perdemos individualidad, y nos incrustramos en la muchedumbre.
El rouge perdió su sabor y la noche se tinió de niebla.
Tu anhelado regreso comenzó a irritarme.
Te busco entre la gente, como cuál velero se pierde en el mar.
Seguís siendo mi causa perdida.
Seguís ahí, tan ausente.
Tan lejano, y tan vigente en mi cuerpo.
Tan dentro de mí, que golpeas y presionas con ganas de escapar.
Tan cerca, que tu perfume se integra suavemente a la atmósfera que me rodea .
Una mirada y es suficiente.
Si insistes un poco más,
si tus retinas se siguen grabando mi memoria
y tus manos dóciles comienzan a sujetarme,
yo bajo la guardia, yo comienzo la partida.
Diría que sí, sin exigirte nada.
Tus sensuales movimientos,
tus pasos sinuosos
tu amor a distancia.
Todo es perfecto para mí.
Por suerte, esta batalla alberga sin quejarse,
sin molestar.
Las horas pasan.
Y sigues ahí.
Nos une la misma luna, y los espejos se rompen.
Los cristales se deshacen.
No voy a caer.
Voy a marcharme, sin esperar nada.
Estuve ahí, y fuiste mío.
En un robo a tu escencia.
En la fina unión de tu alma, con la mía.
Otero María Belén