Tres copas fueron suficientes para desinhibirme, fueron suficientes para marcar un baile desestructurado, para que sobren las risas, para que fluyan los abrazos.
Todo marchaba bien, hasta que a lo lejos divisé tu sombra entre la multitud, pude verte feliz, pude verte siendo vos. Pude verte riendo, como tiempo atrás lo hacías acomodado en mi pecho.
Mil cosas pasaron por mi cabeza, todas esas cosas que me quedaron atoradas en la garganta y que nunca te dije, todas esas ganas de pegarte, hasta que desaparezcas,como tu sombra lo hace todas las noches en mi almohada... todas esas ganas de abrazarte y decirte lo mucho que te necesito, reproches, lamentos, susurros, un beso invisible, irreal...
Me imaginé como sería hacerme la sorprendida cuando aparezcas a saludarme, hacerme la desinteresada, fingir que soy superfeliz, bailar sexy, charlar con hombres desconocidos, tomar tragos nuevos, sonreir mucho, y la forma en que disimularía mi interna contradicción.
Volver a verte fue volver a caer, fue sentir que nunca te fuiste.
Fue recordar que estás lejos, que tu corazón ya no me pertenece,
que las ardientes heridas no sanaron...
Pasaste por mi lado, y me chocaste, como si el destino nos hubiera jugado una mala pasada, no pude evitar la sonrisa, y no hiciste más que sonreír también...
Tres copas bastaron, para que me animara a decirte lo mal que me hiciste sentir aquel día en que descubrí tu engaño, lo mal que se lleva la soledad sin previo acuerdo, lo que duele la traición, todo lo que destruye la mentira, liberé mis reproches, mis dudas, mis celos, tu ausencia.
Y no era, el lugar, ni la hora, ni el momento indicado, pero no me importó, porque mi corazón estaba abierto y mis heridas golpeando.
- Sos lo que más he querido en mi vida, dijiste.
Simplemente no supe cuidarte como te merecés...
Pero mi alma te necesita, mis brazos tienen frío...
No volví a caer, no volví a enrredarme,
te dije firmemente, que si no fuiste capaz de cuidarme,
no sos digno de mi corazón, ni de ninguna lágrima más...
(mis labios se morían por besarte)
Me fui bailando, al compás de un corazón roto,
me fui llorando, pero te di la espalda, para que no me vieras...
Te dejé ir,
convencida de que el tiempo sería mi única cura,
y sabiendo que el próximo día que te vuelva a ver,
ya no temblarían mis piernas...
Ponerle fin a las rutinas lastimosas, al amor obsesivo, a los besos desencontrados, es tarea difícil,
más aún si el destino, se encarga de juntarnos,
para ponernos a prueba.
