Siempre hay una época de la vida en la que te crees inferior a los demás, tan inferior que una hormiga podría aplastarte si así lo quisiera.
Los miedos te agobian y la mentira no te deja en paz, la melancolía domina tu habitación y tus allegados te diagnostican locura. Pero es precisamente en esa misma época de tu vida, en la que aparece esa persona que te hace cambiar de estado con una simple sonrisa, esa persona que no percibimos porque estamos ocupados en nuestras cosas, esa persona que puso Dios en el camino, para mostrarnos miradas distintas o simplemente para aceptarnos así, robándonos un poco de la locura que nos sobra.
Aparece sigilosamente, sin dejar rastro al pasar, y nos marca una dirección a seguir, nos impulsa a caminar a la par, nos muestra el lugar que tenemos en el mundo, en el camino, o al menos en su vida.
Siempre hay una época en la que consumimos nuestras ganas de vivir en un atado de humo, en la que manchamos nuestros pulmones por no soportar la culpa de los errores pasados, y dejamos morir a la ingenuidad y la vergüenza. Cansados de hacer el ridículo frente a todos por no saber decirle basta a esas copas de más que miran de reojo, sintiéndose responsables de la irresponsabilidad, es ahí cuando esa persona aparece. Nos tiende la mano, nos da esas fuerzas que desganamos. Está allí dispuesta a cambiar por nosotros.
Hay momentos en la vida en que la soledad se apodera del pensamiento, que el deseo de morir se hace recurrente en cada situación de humillación y pena. En esos días en que no quisiéramos abrir los ojos, quisiéramos quedarnos para siempre dormidos, aparece como un suspiro de luz entre tinieblas, esa persona que nos da la razón suficiente para mirar distinto el mismo día.
Gracias por aparecer, gracias por mostrarme el mundo real, gracias por no ilusionarme con cuentos de hadas ni metas imposibles, gracias simplemente por hacerme ver que la vida puede ser hermosa y cruel a la vez, puede darnos lo mejor y quitárnoslo en un solo segundo, pero todo es mucho más llevadero si lo compartimos, todo es mejor si al irme a dormir, agobiada de las mismas injusticias, te tengo a mi lado, te siento en mi piel, dándome esa seguridad de que mañana será un gran día aunque no siempre salga el sol.
Otero María Belén
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1 comentario:
belu!! soy agus!! este me encanto, por lo general me gustan todas las cosas que escribis, pero este me gusto mucho.
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