Más allá de que los principios siempre son lindos, esta historia tiene algo especial, tiene ese nosequé que nos deja boquiabiertos, como esas películas de amor que nos hacen llorar,
como ese beso que nos pone la piel de gallina.
Todo empezó una tarde de abril, un otoño soleado, una plaza quebrada, los niños jugando,
las risas como pista principal, y tu sonrisa, alumbrando ese banquete.
¿Así estarán nuestros corazones? Me pregunté.
¿Qué hora es? ¿Será demasiado pronto?
¿No necesito conocer otros hombres,
recorrer otras sábanas?
¿No es necesario primero cerrar etapas?
¿No hay pasar un poco más el rato, la vida, recibirse, viajar?
Ahí estabas, con tus ojos claros y tu sonrisa de miel, leyendo el períodico.
Lo más lindo fue mirarte por primera vez, fue reflejarme en tus sueños, leer tu alma transparente.
No tenías tanto miedo como yo, me esperabas sin apuro, siempre tan perseverante y delicado.
Siempre tan preciso y decidido.
Sólo me saludaste diciendo:
- Bienvenida.
(y un susurro en el viento me dijo que sería para siempre)
Otero Ma. Belén
copyright 2011
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