Gotas

Siempre es mejor quedarse quieto,
siempre es más cómodo elegir: no elegir nada.

Cada vez que te sentás a mirar tu vida,
 sentís el mismo vacío, el mismo riachuelo de mentiras.

Tus miles de verdades érroneas, tu ficción más peculiar,
 tu carencia infinita, tu demencia.

Mi mente tiene fragmentos de lo que algún día me dijiste,
o algo que quizás nunca sucedió y yo imaginé.

Pero no sé porqué algo de mí te sigue esperando,
no importa cuántos años pasen,

no importa cuántas otras mentiras escuche.

No quiero desvanecer la esperanza de tenerte. 

No creo haberte tenido alguna vez. 

Realmente no sé quién sos, pero espero conocerte. Sí, eso quiero. Conocerte.

Quiero sacarme esa máscara alucinógena que se formó mientras crecíamos,
esa que me hizo verte diferente, esa que inventó tu ser en su totalidad. Esa misma que filtró tus ojos verdes.

Esa que me permitió quererte, que me dejó amarrada a tu imagen, a tu reflejo, a tu abismo.

Esta tampoco soy yo, nunca me mostré ante tus ojos.

Específicamente hoy, hoy que llueve y saldría desesperadamente a buscarte, porque sin hacer demasiado ruido agarraría mi piloto, el paraguas y recorrería esas cuadras, me mojaría y tendría frío, como tantas noches en las que salimos de tu casa. Es el mismo camino que en vez de volver, me lleva. 

Son las mismas páginas las que se quedan con todo, las que se me quedan mirando.

No tiene sentido que te extrañe, no tiene sentido que te piense.

Amar no tiene sentido, no interesa la razón, no existen razones aparentes.

Necesito tenerte, como en tantas otras noches en las qué te sentí mío. 

Necesito rozarte para hacerte real. Para sentir que no te evaporaste con la lluvia, que los días no te nublaron.

Quiero conocerte.

Quiero dejar de imaginarte.

Quiero que me extrañes como yo te extraño, sí... eso quiero.

Otero María Belén

17/06/2011