Le pido disculpas señor, no quería que las cosas sean de esa manera. No quería precipitarme al hablar, con tantas ganas que terminé diciendo nada. No quería herirlo con mis penas. No quería sofocarlo con mi llanto. Le pido disculpas, pero todo esto se me hace inevitable, juro que no quiero sentirlo pero es más fuerte que mi propia voluntad. Pido disculpas, porque la rutina me va mezclando con su sabor y me aleja de lo incierto, me estanca los sueños y bloquea las posibilidades de avanzar. No quiero ocuparlo con mis problemas, usted sabe que le tengo un gran aprecio. Sabe que se volvió cada parte de mi alma, de mi vida y de todo lo que soy. Pero le pido disculpas simplemente porque a veces no lo trato como usted se merece, no le devuelvo el amor diario que recibo de sus manos. Juro que no quiero ser así, pero la vida me juega de vez en cuando una mala pasada, recuerdos y preguntas, nostalgia de un tiempo que perdí y no supe aprovechar y se hace carne con reproches. Y todo, todo está en mi cabeza, todo lo acumulan los limites d mi cuerpo y retenidas en mí quedan las ganas de gritar, de llorar, de morir.
Discúlpeme dueño de mis sueños... por amarlo, necesitarlo, hasta el punto de que volver a escuchar su voz sea indispensable para mí.
María Belén Otero
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