Con tus palabras en la palma de mi mano, quedé aquella noche. Quedé con la vista perdida en un punto infinito, sentada a la orilla del mar, buscando pretextos para levantarme. Mis ojos hinchados de tanto llorar, mis brazos abiertos esperando un abrazo, sintiendo ese aire frío proveniente de la profundidad que proponía susurrarme mil cosas para animarme. Pero sin embargo nada me hacía poner de pie. Allí estaba yo, con mis ilusiones, sueños y recuerdos tirados en la arena. Tratando de darle un nuevo sentido a mi vida, cuando minutos atrás no tenia de que preocuparme, ¿cómo no lo noté? Cómo no pude darme cuenta de tus cambios, de tus nuevas intenciones hacia mí? Cómo, con todo lo que te amo. Explícame cómo, explícame desde cuándo, explícame porqué. Y nada tengo, nada me queda más que un paisaje adecuado a dos enamorados, soy sólo una esta vez. Sólo estoy yo para lamentarme todo esto, sola quedo en medio la inmensidad. Y el cielo que se ríe a carcajadas, que vio cada puñal que me daban tus absurdas excusas. Ya pasaron dos horas desde que tus pasos dieron marcha atrás, ya pasaron 120 minutos desde que me diste la espalda, y para mí, ha sido una eternidad, un abismo.
Quiero despertar mañana y sentir que comienza nuevo día del cual sos parte, un día para los dos, como tantos otros que compartimos. Quiero extrañarte por haberte visto, quiero necesitar tus besos porque los tuve antes de ir a dormir.
Mi alma se desangra de pena, mis manos tiemblan desde que te fuiste, un nudo en mi pecho no me permitió decirte nada cuando te tuve en frente, dejé que te fueras, no te dije todo lo que significabas en mi vida, quizás si te lo decía las cosas hubieran sido distintas, quizás me hubieras abrazado al menos por última vez.
Qué triste queda el corazón después de una despedida, como le cuesta a la razón aceptar la ausencia de una persona, entender que ya no será la razón de tu sonreír. Como me cuesta entender que dejamos de ser un nosotros, para que cada uno ande por su lado como dos almas pululando en la ciudad, olvidando ese amor que alguna vez compartimos.
Los cientos de recuerdos de esta historia vienen con cada ola de mar, a mojarme los pies, a refrescar el corazón que muere de pena poco a poco.
Y debo enfrentarme a no tenerte más, a ya no escuchar tu voz, y debo alejar de mi cabeza, la idea de soñar con verte llegar.
El mar me contempla, el frío seca mis lágrimas, la soledad se apodera de mí, marcando el paso de lo que fue a lo que hoy es.
Agarro mi chaleco y me pongo de pie, abro mi mano para tirar al aire las palabras que salieron por tu boca, resumidas en un adiós. Camino por la orilla como un fantasma que no encuentra su consuelo, borro mis huellas para que no sigas mis pasos, y empapada en una agonía de desamor cierro el capítulo de esta historia. Historia con principio y fin, como todos los cuentos de hadas.
Otero María Belén
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