Al borde de la locura, encerrada en el ciclo de la vida cotidiana, sumergida en las profundidades de lo efímero, planeo mi vida sin planes. Juego con piezas que no tienen un tablero y mi vida se mueve como un payaso en la cuerda floja. Que ironía creer que no puedo sobrellevar las pequeñas cosas teniendo tan poca edad. Que absurdo creer que tus suaves palabras en algunos momentos parecieran verdades. Que inoportuna es siempre tu presencia. Qué difícil es seguir pensándote, que difícil es encontrar la cura para dejar de hacerlo.
Planear una vida no planeada, es empezar de cero algo que solo se empezó una vez. Comienza el comienzo, da paso a un tropiezo.
Entendí que levantarme luego de caer, no es empezar de nuevo. Es simplemente seguir con lo que ya venía, es no poder renunciar a lo que ya está establecido, es buscar en caras ajenas ese vacío que solo está en nuestro interior.
Dar paso a esas alegrías que vienen cada tanto y nos sacan una mueca, no es ser felices. Entendí que buscar ese consuelo en brazos ajenos, solo nos templa una tarde en que hace frío. Pero la magia de la confusión comenzó a desgastarme, conflictos internos acarrea mi ser, paseando por la vereda con la sonrisa pintada.
Trato de entenderme cada noche, de conversar con esa voz que muchas veces te dice lo que no quieres oír, busco respuestas, indago en las preguntas y siempre termino viendo tu cara. Sea apenas despierto o antes de dormir. Que inoportuna es siempre tu presencia.
Viene a desafiarme con la credibilidad, con la seguridad en tus ojos. Dando pasos claros que cada vez más me amotinan, que cada vez me arriman más a la pared. Sabes que soy vulnerable a tus palabras, sabes que un roce sutil puede destruir todo el pasado que reconstruí, escalón por escalón para ser hoy quien soy y echarte al olvido, sin culpa.
No aparezcas otra vez, o esfúmate si ya te has marchado. Vete a donde a siempre estuviste, oculto para que no pueda verte. Dile a tu sombra que no persiga mis sueños, y al umbral de tus palabras bonitas que marchen a otro oído dispuesto a escuchar.
Que ironía creer que debes marcharte, cuando nunca has estado. Que absurdo es pensar en alejarte cuando sólo estás en recuerdos. Cómo cuesta aceptar que soy yo la única responsable de traerte a esta historia, la única culpable por amarte tanto.
María Belén Otero
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